martes, 14 de marzo de 2017

Albert Einstein

Influido por su tío Jacob –con el que fabricaba aparatos en un taller familiar recreativo– y por la lectura de libros de divulgación científica, Albert destacaba en todas las asignaturas de ciencias. Su precoz brillantez le permitió acceder a la Escuela Politécnica de Zurich, aunque había sacado malas notas en letras. Estudió Enseñanza de Matemáticas y Física junto a otros seis alumnos, entre los que la única mujer era una chica serbia, Mileva, con la que pronto entabló relaciones y a la que admiraba por ser “tan fuerte e independiente” como él. Tuvieron una hija en secreto y se casaron, a pesar de la férrea oposición de los padres de Albert.

Tras graduarse, no consiguió empleo en la universidad. Necesitado de trabajo, un amigo lo ayudó consiguiéndole una colocación en la oficina de patentes suiza, donde también tendría problemas con sus jefes. Durante los seis años –de 1902 a 1908– que pasó en aquella administración encargada de documentar y revisar las solicitudes de patentes, encontró la estabilidad y el tiempo para escribir sus aportaciones fundamentales a la física del siglo XX, a pesar de estar lejos de las aulas y el mundo universitario.

En 1905 escribió cuatro artículos en los que explicaba, sucesivamente, el movimiento browniano, las claves del efecto fotoeléctrico, la teoría de la relatividad especial y la equivalencia entre masa y energía. Los dos primeros le harían merecedor del Premio Nobel de Física dieciséis años después, aunque podemos afirmar sin ninguna duda que es mucho más recordado por los dos últimos.

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